Acercando el vino a la Generación Z

Estrategias de consumo responsable para adaptar la Cultura del Vino a los valores de la Generación Z


Roberto Beiro 09 de febrero de 2024

Esta semana la industria vitivinícola argentina lanzaba una acertada campaña donde, con una perspectiva abierta de mente, buscaba acercar el vino a nuevas formas de consumo, especialmente dirigida a los jóvenes de hoy. Y es que la educación sobre el consumo responsable de vino en la Generación Z, aquellos jóvenes que han alcanzado recientemente la mayoría de edad, presenta retos y oportunidades únicas para productores, comercializadores y educadores. Esta generación muestra una inclinación hacia estilos de vida más saludables, preferencias por sabores más agradables y se ve influenciada significativamente por las redes sociales en sus decisiones de consumo. Frente a este panorama, la industria debe reaccionar rápido, antes de que sea demasiado tarde, y es esencial adoptar estrategias que armonicen con sus valores y modos de comunicación para promover un consumo de vino consciente y apreciativo.

Primero, es fundamental entender que la Generación Z valora la autenticidad y la transparencia. Esto significa que cualquier intento de educar sobre el consumo responsable debe basarse en proporcionar información clara y precisa sobre el vino. Esto incluye detalles sobre su origen, cómo se elabora, y los aspectos culturales y saludables asociados a su consumo moderado. La transparencia en la producción del vino, incluyendo prácticas sostenibles y éticas, puede resonar bien con esta generación preocupada por el impacto ambiental y social de sus elecciones de consumo.

En segundo lugar, la educación sobre el vino debe adaptarse a las preferencias de sabores de la Generación Z. Esta generación tiende a preferir bebidas que ofrezcan experiencias de sabor únicas y agradables, alejándose de las opciones tradicionales percibidas como más fuertes o amargas. Los productores de vino pueden atraer a este grupo demográfico a través de la oferta de vinos con perfiles de sabor más frutales, ligeros y accesibles, que pueden servir como introducción al mundo del vino. Educadores y sommeliers deben poner en valor el vino como el mejor acompañante que existe para la comida, donde se enfatice el maridaje de vinos con alimentos, destacando cómo diferentes sabores se complementan entre sí, haciendo la experiencia del vino más relatable y disfrutable.

La influencia de las redes sociales en las decisiones de consumo de la Generación Z no puede ser subestimada. Es casi el único el modo en que comunican y reciben información los jóvenes. Las plataformas como Instagram, TikTok y YouTube son herramientas poderosas para llegar a este público. Crear contenido educativo que sea visualmente atractivo, interactivo y fácilmente compartible puede ser una estrategia efectiva. Los vídeos muy cortos que expliquen muy rápido conceptos básicos del vino, historias detrás de viñedos particulares, consejos para un consumo responsable o guías sobre cómo degustar y apreciar el vino pueden generar interés y compromiso. Además, colaborar con influencers que la Generación Z admira y sigue puede amplificar el mensaje de consumo responsable de una manera que se perciba como genuina y confiable.

Para asegurar un impacto positivo, la educación sobre el consumo responsable debe también abordar directamente los riesgos asociados al consumo excesivo de alcohol y cómo evitarlos. Es importante fomentar la idea de que el disfrute del vino se centra en la calidad y no en la cantidad. Esto puede incluir discusiones sobre cómo reconocer y respetar los propios límites, la importancia de beber agua y comer mientras se consume vino, y el papel del vino en la socialización sin presionar a consumir más allá de lo confortable.

Finalmente, la educación sobre el vino debe ser inclusiva y accesible. Esto implica reconocer y abordar las barreras que pueden impedir a los jóvenes de la Generación Z participar en experiencias relacionadas con el vino, como el coste económico o la percepción de que el vino es exclusivo o elitista. Ofrecer eventos, catas y material educativo a diferentes niveles de precio, o incluso gratuitos, puede ayudar a desmitificar el vino y hacerlo más accesible a un público más amplio.